Por Jesús Alcoba, Director de La Salle International Graduate School of Business

Uno de los fundamentales motivos por los cuales al ser humano le cuesta cambiar es porque vive encerrado en una película que ha creado él mismo, de la que es protagonista y en la que cree por encima de todo. Esta película es la que explica su mundo y la que utiliza para interpretar la realidad. Así que, antes que en cualquier otro argumento, creemos en el nuestro propio y no estamos dispuestos a cambiarlo fácilmente. Esta forma de egocentrismo, que en otros formatos también ocurre en los niños y en los adolescentes, según ha mostrado la investigación, nos acompaña obstinadamente incapacitándonos para imaginar mundos posibles y apostar por ellos.

El problema, uno de los problemas, viene cuando nos situamos ante un reto que realmente pone a prueba nuestras capacidades: intelectuales, emocionales, físicas, profesionales o del tipo que sean. Puede tratarse de un proyecto de dimensiones excesivas, del lanzamiento de un producto complejo, de un conflicto político desproporcionado, o de una situación profesional en extremo delicada. En muchos de esos casos nos sentimos pequeños ante el tamaño del desafío y, como nunca hemos coronado con éxito un reto de esa magnitud, aparecen los yonopuedo. Los yonopuedo son hermanos de los yonosoycapaz, familiares de los aminosemeda y están emparentados también con los yoesosiqueno. Es una familia de pensamientos autolimitantes que bloquean nuestros objetivos en la vida y nos retornan siempre a la misma película. Pero sin embargo vemos a diario que hay quien logra cosas que a los demás nos parecen imposibles.

Esta impertinente tendencia del ser humano a contemplar lo propio como válido y no querer salir de ello se nota también a nivel colectivo. Así por ejemplo, en esta querida y vieja Europa nuestra nos hemos quitado el sombrero ante las gestas de exploradores como Vasco da Gama o Cristóbal Colón, que realizaron sin duda expediciones heroicas. Pero, sin deslucir en Zhen_heabsoluto sus incuestionables méritos, si queremos ver las cosas con auténtica perspectiva tenemos que mencionar a Zheng He: un marino que en el siglo XV se dedicó a realizar viajes de exploración por el sudeste asiático y el continente africano. El asunto está en que mientras la tripulación de Vasco da Gama no llegaba a los doscientos hombres, Zheng He comandaba a casi treinta mil. Entre sus más de doscientos barcos los había que desplazaban cargas superiores a las dos mil toneladas, cifra que haría palidecer a cualquiera de las tres pequeñas carabelas de Colón que, como mucho, pesaban algo más de doscientas.

No sabemos si alguno de estos dos marinos hubiera debutado con un yonopuedo si le hubieran propuesto dirigir uno de los viajes del almirante chino, seguramente no. Pero estos hechos históricos nos deben llevar a pensar dónde están realmente nuestros límites. En concreto, si se trata de restricciones reales, ya sean físicas, económicas o de cualquier otra índole, o si por el contrario lo que nos pasa es que como vivimos en Europa o en nuestra mente, o ambas cosas, solo vemos la realidad de una determinada manera y todo lo que no conocemos o lo que se sale de lo habitual nos parece un abismo insalvable.

Por eso siempre hay que intentarlo, por difícil que parezca. Luego vendrá la victoria o la derrota y también tendremos que aprender a vivir con ellas. Pero pensar de antemano yonopuedo es renunciar a luchar, a enfrentarse, a tener la oportunidad de crecer. Es dejar nuestros barcos, que quizá sí sean pocos y pequeños, pero son barcos al fin y al cabo, amarrados en el puerto mientras otros obran día a día el milagro de dirigir misiones apasionantes fuera de las fronteras de su propia mente.

Artículo originalmente publicado en https://www.dirigentesdigital.com