Por Carmen Valls Ballesteros. Directora del Programa Internacional de Coaching de La Salle IGS

 ¿Cómo encaja el mundo del coaching con la educación, con las aulas, con el aprendizaje?

En nuestro trabajo con profesores y alumnos, aparece una constante: las mejores experiencias de aprendizaje de ambos en su vida, están relacionadas con una conexión entre sus emociones y lo aprendido. Cuando el profesor escucha y valora la experiencia emocional del alumno, y conecta lo trabajado en el aula con sus metas, sus necesidades y sus vivencias, los alumnos se enganchan en dicho aprendizaje,  se motivan.

El coaching tiene múltiples aplicaciones al mundo educativo, pero hoy nos centramos en uno: en coaching creemos que no hay transformación si no partimos de la involucración de las emociones en el proceso de desarrollo del individuo.

Así, nos planteamos integrar el componente emocional en las aulas,  como forma de motivar a las personas en su propio aprendizaje, como forma de ayudarles a sacar todo su potencial y su talento. Se trata de recuperar la pasión por el aprendizaje que todos tenemos al nacer y que luego vamos perdiendo.

Recordemos las cuatro preguntas que Marzano y Pickering (2010) nos proponen para comprender por qué un niño se involucra o no, se conecta o no al aprendizaje, y llevémoslas a cualquier contexto de aprendizaje:

¿cómo me siento?: emociones frente al aprendizaje, cómo me siento en relación a los compañeros, a los profesores, a la Institución.

¿me interesa?: ¿capta mi atención? ¿me genera curiosidad? ¿me activa?. (esta parte puede depender del dinamismo y entusiasmo del profesor y sus métodos didácticos).

¿me importa?: ¿tiene relación con mis metas y sueños?. Me cuestiono qué me aporta para lo que de verdad me
importa.

¿puedo hacerlo?: ¿soy capaz de transformar mi realidad con lo aprendido?,  Contactamos con nuestra autoestima, nuestra percepción de capacidades y esfuerzos para poder crecer.

La motivación depende de las respuestas que damos a estas preguntas de forma consciente o inconsciente, ya que este diálogo interno podría existir siempre en todo proceso de aprendizaje.

Y….¿Cómo conseguir la conexión? ¿Cómo conectar de nuevo con la motivación por aprender?

Una de las grandes claves es hacer un espacio a las emociones en el aula sea cual sea nuestra forma de trabajar en ella. ¿Y para qué?

En primer lugar, se trata de valorar la propia experiencia de los alumnos, rompiendo el esquema único de que el profesor es quien sabe y el alumno es quien aprende.  Pero en definitiva, lo que pretendemos es conectarnos de nuevo con esa pasión por aprender que surge de las emociones, de las necesidades, de los sueños y de los deseos.

Sabemos que las emociones tienen una influencia relevante en el aprendizaje, por ello la conexión emocional del individuo con sus propias emociones y con las emociones que les genera dicho aprendizaje, serán la clave para la conexión desde el inicio. Esto resulta casi obvio en los niños, pero no olvidemos que los adultos seguimos siendo  seres emocionales, y que a veces somos un poco adultos y otras veces un poco niños.

Referencias bibliográficas:

MARZANO R.  y  PICKERING D. (2010): “The highly engaged classroom.

The classroom strategies series.