Por Gonzalo Burgos Pavón. Director del Programa Superior en Gestión de Franquicias de La Salle International Graduate School of Business

La calidad, en las empresas, la debemos convertir en una herramienta que le permita diferenciarse de sus competidores.

La calidad nunca debe ser impuesta desde la perspectiva del poder y la imposición jerárquica sino desde la influencia, la capacidad y el convencimiento de quien la tiene que crear, fomentar y, sobre todo, poner en práctica.

Al abrigo protector del sistema de cadena comercial, a veces falacia y a veces acierto y, al olor de ofertas atractivas, capaces de meternos de lleno en cualquier sector, aunque de él nada sepamos, se ha desarrollado durante estos últimos años un sistema comercial polifacético y multisectorial, motor generador de economías particulares, inversiones de potentes grupos económicos, sistema lleno de aciertos y de algún que otro fracaso… la Franquicia.

Han pasado ya los años suficientes para que desde cualquier rincón de este sector se apele al control de la calidad en la Franquicia como única vía de supervivencia, de continuidad y de equidad entre la oferta y la inversión… pero, ¡Todo está inventado! Solo varia la forma de ver las mismas cosas en el tiempo. Que no nos duelan prendas a la hora de mirarnos al ombligo con sinceridad. Para poder entrar en las excelencias de la calidad no queda otro remedio que pasar por la necesidad de la formación.

A pesar de todos estos años que ya tenemos de existencia, hemos de reconocer, que tanto en las grandes Centrales Franquiciadoras así como en las pequeñas, la formación de sus directivos y de sus mandos intermedios, incluso de sus propietarios creadores de sus ideas, la formación, en los próximos años, debería ser un objetivo prioritario con un animado, serio y profundo reciclaje.

La aparición de Internet en el mercado de la comunicación debería abrirnos los ojos a Ferias, Consultoras, Centrales, Asociaciones, Administraciones Públicas y a cuantos agentes estamos vinculados en el mundo de la Franquicia.

La formación académica de calidad sobre las características esenciales que regulan y constituyen el mundo de la Franquicia tiene un inevitable análisis de autocrítica pendiente en muchos de nosotros.

El conocimiento de sus leyes, de sus reglamentos, la adecuada comprensión de sus exclusivos contratos y la compleja relación humana y técnica de franquiciadores y franquiciados ya no tienen en la actualidad el carácter de necesario, sino de imprescindible.

¿Sería disparatado pensar que una gran mayoría de nuestros Franquiciadores no se han leído el Real Decreto 2485/1998 actualmente derogado por el reciente 201/2010 o el conocimiento sobre la obligatoriedad o no del Registro de Franquiciadores o lo regulado y contemplado por el Reglamento Europeo de la Franquicia? Seguro que no sería nada disparatado.

Quizás, en este sentido, los legisladores debieran meditar más profundamente que nuestra querida España, rocambolesca, pilla y pícara, actual, moderna y muchas veces tradicional, avanzada en ocasiones y temerosa en otras muchas, necesite una regulación más adaptada a nosotros mismos, a nuestro carácter e idiosincrasia y no dejar en manos de Reglamentos Europeos la exclusividad de las vicisitudes que nuestras empresas Franquiciadoras y sus inversores soportarán en el transcurso de la vida de sus contratos.

¿Acaso se nos está olvidando que nuestro flamante Real Decreto 201/2010 tiene doce artículos de los cuales solo cuatro son sustantivos, es decir, solo cuatro contemplan obligaciones entre las partes? ¡¡Solo cuatro!!

Si hablamos de la necesidad de una adecuada formación en nuestras Centrales Franquiciadoras, ¿Que no podríamos comentar de esa presunta y extraordinaria ignorancia que existe en el mundo del inversor? Es decir, en la materia prima de la Franquicia: los Franquiciados.

A veces, es inaudito e incomprensible, que al abrigo de esa ignorancia se lleguen a poner todos los recursos económicos familiares en manos de un extraño

En la mayoría de las ocasiones, no existe en su conciencia, ni un solo centímetro cúbico de conocimiento sobre sus obligaciones, sobre las responsabilidades que la entrada en este sistema le va a suponer, sobre que leyes le defienden y cuales le obligan… ni siquiera sabe si existen y, muchos de ellos, guardan en el cajón su flamante contrato recién firmado y muchas veces sin comprenderlo o, en el mejor de los casos, después de firmado, lo someten al análisis de un profesional para saber a qué se han comprometido. Esa es la realidad de nuestro sector.

Aplaudimos desde este espacio la ingente labor de formación que realizan tanto las Cámaras de Comercio de casi todas las provincias españolas, como a la propia Asociación Española de Franquiciadores, Consultores, así como a las Escuelas de Negocio y Universidades que han sido conscientes de este vacío, realizando constantemente formación en aras de transmitir esa necesaria cultura para que todo nos salga bien, que quitará conflictividad en el sistema y dotará a la relación Franquiciador – Franquiciado de todo el conocimiento necesario para que cada uno sepa rendir, decidir y trabajar adecuadamente en “su territorio” sin necesidad de invadir el campo de su compañero de viaje.

Quizás la revolución que queda por llegar a nuestro sector sea la creación de un organismo público, nutrido económicamente por el Estado para darle la suficiente independencia de acción, que canalice la oferta y la demanda de Franquiciadores y Franquiciados, informe, regule, administre, supervise, defina, arbitre y sancione.

Entrados de lleno en el siglo XXI y después de haber asumido, no sin traumas, multitud de cambios sociales, políticos, culturales, económicos e industriales de todo tipo que han tenido lugar en el mundo entero, nos encontramos de lleno en lo que podríamos llamar perfectamente la 2ª Revolución Industrial: Internet y el fenómeno las redes sociales.

A pesar de esta revolución actual han permanecido y permanecerán inamovibles los conceptos de criterios tan importantes como rentabilidad, retornos del capital invertido en el menor tiempo posible y el alcance de los máximos beneficios realizables para las empresas, sin embargo, a pesar de tanto cambió, sí hay un matiz en todo este proceso que no debe escapar a nuestra atención, y es, el elemento integrador y único que solo él puede alcanzar todos estos objetivos sin que se pueda prescindir de su presencia: las personas.

Las plantillas de trabajadores constituyen hoy en día el activo más preciado en la empresa moderna y actual y no podría entenderse la competitividad y la búsqueda de la calidad sin la existencia de serios programas de formación y capacitación del individuo que lo actualicen, le den perspectivas de mercado, comprensión a su problemática de trabajo y, como consecuencia directa de su preparación, la obtención de las soluciones más adecuadas, prosperas, adaptables y posibles para su empresa.

Atrás han quedado los tiempos en los que el entorno empresarial y la velocidad de los negocios, evolucionaba de una forma constante e imparable. Los vertiginosos procesos empresariales nos introducían en sus corrientes quisiéramos o no… hoy no. Hoy dependemos de los aciertos y de las capacidades de nuestros ejecutivos y de nuestro personal y ¡hay de aquellas empresas o inversores! que no apuesten por tener en sus filas a los mejores, a los más formados y preparados, a los verdaderos profesiones, porque en una economía globalizada como la actual la calidad es el futuro de la subsistencia de cualquier empresa y, de todos es sabido, que:

a la calidad solo se accede desde la FORMACIÓN.

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