Por Jose Luis Tirador. Miembro del Consejo asesor de La Salle International Graduate School y Colaborador del MABi 

El World Economic Forum (WEF) publica en su último informe sobre la competitividad de los países una nueva caída de España en el ranking mundial. En 2009 ocupábamos la posición 29, en 2010 bajamos hasta el puesto 33, y finalmente en 2011 hemos vuelto a descender a la posición 42. Es decir, en 3 años hemos perdido 13 puestos en esta escala que mide la competitividad.

 WEF define la competitividad como un conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país. El nivel de productividad determina el nivel de prosperidad sostenible que puede alcanzar una economía.

 Para definir la competitividad, el WEF utiliza un índice resultado del análisis de ”los 12 pilares de la competitividad económica” que se agrupan en 3 categorías: requerimientos básicos, potenciadores de la eficiencia, y factores  de innovación y sofisticación.

Viendo nuestra valoración en cada uno de estos pilares, nos encontramos que somos un país muy fuerte en nuestros niveles de escolarización en la educación primaria (4º puesto en el ranking mundial) y secundaria (3º puesto), en la competitividad y transparencia de los precios (4º puesto), en la calidad de nuestras escuelas de negocios (8ª posición) y en la esperanza de vida (9ª plaza).

En el otro extremo, España se encuentra en el vagón de cola de las prácticas de contratación y despido (puesto 137 de un total de 139 países), la flexibilidad salarial (posición 124), la carga fiscal (puesto 112), el tiempo necesario para iniciar un negocio (puesto 117), el equilibrio del presupuesto público (posición 122), el despilfarro del gasto público (puesto 101) y la calidad del sistema educativo (posición 107).

Concluyendo, según este informe la receta para que España mejore su competitividad y, por tanto, su la prosperidad de sus ciudadanos parece sencilla en el papel y se podría resumir en: flexibilice su mercado laboral, reduzca notablemente su gasto público, cobre menos impuestos y mejore la calidad de su sistema educativo en los niveles primario y secundario.

 Ahora bien, el debate está servido. ¿Qué mejora más nuestra competitividad el esfuerzo en el sector privado o del sector público?, ¿una reducción del gasto público que facilite menor presión fiscal o flexibilizar el empleo del sector privado?