Por Antonio Martín. Miembro del Consejo Asesor de La Salle International Graduate School of Business

Vivimos en un mundo en continuo cambio donde reinventarse se convierte en una obligación para todos. Si analizamos los últimos veinte años podemos apreciar que hemos disfrutado de largos periodos de crecimiento con alguna crisis de ajuste intercalada y que ha concluido con una profunda y larga depresión como la que vivimos en estos momentos. Una crisis que  comenzó en el verano de 2007 con las hipotecas subprime y se agudizó en septiembre de 2008 con la caída de Lehman Brothers y que ahora ya puede entenderse como algo más profundo, como el nacimiento de un nuevo modelo económico que va a marca nuestra forma de actuar.

El nuevo modelo económico presenta importantes diferencias con lo que conocíamos y requiere adquirir nuevas habilidades profesionales y personales. Recuerdo que cuando estudiaba la carrera de empresariales, el objetivo que nos transmitían para cuando fuésemos directivos quedaba enmarcado en el concepto “maximizar la rentabilidad para el accionista”. Esta idea siempre ha estado presente en cursos posteriores y figuraba como idea central en la formación de  ejecutivos en las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo.  Como segundo concepto prioritario figuraba competencia, entre los directivos, en el mercado, entre los profesionales…. Competir para ser mejor que el de al lado, para destacar, para ser diferente en costes o en producto, cualquier cosa pero siempre competir.

Sería un irresponsable si pensara que los dos conceptos anteriores, rentabilidad para el accionista y competir, no son necesarios. Es imposible entender una sociedad de libre mercado sin estas ideas. Sin embargo creo que sí es posible buscar ambos objetivos desde caminos diferentes y aquí las escuelas de negocios juegan un papel fundamental ya que su función es formar directivos que lideren sus empresas y sus equipos.

En mi opinión hay tres conceptos que deben figurar como objetivos prioritarios de las escuelas de negocios a la hora de establecer sus planes formativos:

Valores

Si tuviésemos una discusión sobre la importancia de los valores veríamos los puntos de vista tan diferente que se pondrían sobre la mesa. Desde los que consideran que el concepto está muy bien pero que es utópico hasta los que los pondrían como criterio máximo a la hora de desempeñar una actividad.

La realidad es que detrás de los grandes escándalos empresariales y financieros recientes se aprecia una aplicación nula de lo que podemos entender por valores. Enron, Lehman Brothers o la actuación de entidades y personalidades relevantes muestran como el criterio único de maximizar la rentabilidad o enriquecerse personalmente nos lleva a un túnel negro en el que es difícil encontrar la salida.

Un amigo argentino me decía hace unos días hablando sobre la expropiación de YPF y la situación política y económica que vive su país, que el problema se encontraba en la educación que reciben desde pequeños. Les enseñan a ver como normales estas situaciones, donde sobornar a un policía es algo normal y que todos saben que existe una gran corrupción pero lo ven como natural, todos los harían.

Las escuelas de negocios son una importante base para la formación de directivos por lo que es una responsabilidad educar sobre valores empresariales y personales que creen una cultura que impida ver como normal actuaciones contrarias a la buena práctica de los negocios.

Innovación

Me fascina cuando una empresa es capaz de crear valor ofreciendo un producto o servicio único, sin competencia. El ejemplo del Circo del Sol es un claro referente de cómo crear un negocio de éxito partiendo de la base de un sector en declive como el circo.

En las escuelas de negocios estudiamos como referente las fuerzas competitivas de Porter, sin duda un referente del management, que sin embargo basa su teoría en analizar la competencia, crear algo mejor que los competidores, maximizar resultados pero siempre dentro de un mismo entorno competitivo. El Circo del Sol jamás podría haber creado un espectáculo único y sin competencia manteniéndose dentro de esta forma de ver los negocios.

Las escuelas de negocio pueden hacer énfasis en crear e innovar en vez de competir. Por su puesto que una vez en el mercado competirás, sin embargo si tenemos dentro de nuestro ADN directivo el crear siempre iremos un paso por delante.

Visión Global

Hoy en día cualquier mercado aislado es pequeño si lo comparamos con la totalidad. Las oportunidades de negocio y desarrollo personal se multiplican exponencialmente cuando tomamos la visión de un mundo global con multitud de posibilidades. Las diferentes culturas y gustos crean necesidades en miles de millones de personas que son clientes potenciales.   Esas mismas culturas nos aportan una diversidad que es una fuente de educación y experiencias personales únicas.

Necesitamos perder el miedo a investigar nuevos mercados, a ser “directivos globales” con lo que implica en términos de movilidad y comodidad. No podemos engañarnos y tenemos que entender que si nosotros no lo hacemos, otros estarán encantados de tomar nuestro lugar.

Esta visión del mundo debe ser inculcada a los estudiantes de los programas ejecutivos de las escuelas de negocios. Es difícil valorar lo que se desconoce así que es una responsabilidad crear consciencia de aquello que se puede logar apreciando el mundo como un todo.

Sin duda las escuelas de negocios aportan otros conocimientos esenciales en el desempeño de la función directiva. Los tres puntos comentados no se enmarcan dentro de estos conocimientos sino como parte de la educación cultural y de pensamiento de la persona, digamos su aspecto emocional, que en mi opinión es más importante que la parte técnica.