Luis Ezcurra. Director del MBAi de La Salle IGS. Miembro del Consejo Asesor
 

Casi 500 millones de personas en todo el mundo tienen una cuenta de twitter. Y si esperamos unos días seguro que pasará de 500 millones (si no ha pasado ya, mientras escribo este artículo) porque cada día se suma un millón más a la lista. Todos los días se escriben más de 165 millones de tweets. Nuestra sociedad vive pendiente de la  hipercomunicación: hipercomunicación y multitarea son la norma en el comportamiento de hoy.

Lo que fluye en esta inmensa red son las ideas: gente que cuenta, gente que lee o escucha, o ve un vídeo y otros que comentan lo que leen, escuchan o ven y crean otras ideas a partir de ahí que, inmediatamente, reciben la aprobación, el rechazo o la terrible indiferencia de la audiencia. En los viejos tiempos de “En busca de la excelencia” de Tom Peters se decía que una persona comentaba con 5 amigos  una mala experiencia con un producto o servicio. Hoy, una persona activa en twitter tiene una media de unos 20 seguidores que recibirán el mensaje y, de inmediato, lo retwitearán a sus 20 seguidores, que, a su vez….  en pocos minutos, millones de personas sabrán lo que tú has declarado.

Quien lidera en este contexto ha de ser capaz de llevar adelante las ideas. No hace falta que sean las suyas: el líder de hoy puede auparse sobre las ideas de otros como sobre una tabla de surf y llevarlas a otro lugar nuevo y diferente. Pero tendrá que ser aceptado por sus seguidores y, para poder hacerlo, tiene que entender cuáles son los valores sobre los que sostenerse.

Una comunidad tiene una entidad propia. Sigue un modelo sistémico en el que el todo es más que la suma de las partes y, además, tiene una entidad independiente de aquellas de los miembros que la componen. El líder debe saber escuchar las señales de la comunidad que le llegan a través de todos sus miembros, incluso las menos populares o las más  incómodas.