Por Elena Gil. Miembro del Consejo Asesor La Salle International Graduate School

El  comienzo del curso viene siempre marcado de retos y objetivos que nos movilizan y nos ilusionan, siempre que éstos sean coherentes con nuestro proyecto personal. Resulta imprescindible que este proceso de proyectarnos en el futuro venga orientado por una reflexión previa, un echar la vista atrás y hacer balance. El verano suele dejar espacio y tiempo para ello. De la veracidad de nuestra mirada en esa reflexión dependerá el acierto en ese proyecto personal que nos haga felices.

La velocidad de cambio del entorno con la correspondiente necesidad de adaptarnos a él, parece mayor. Al menos  dos impactos aceleran esa percepción de un mundo en transformación: la globalización e internet. Estos dos fenómenos, que son tremendamente positivos ya que aportan una visión más amplia de la sociedad en la que vivimos y nos enriquecen personal y profesionalmente,  a veces  también generan efectos nocivos como la sensación de pérdida de control, la confusión que genera la fragmentación y superficialidad de la información o los comportamientos adictivos por esa hiperconectividad tecnológica .

Frente a todo ello sólo la reflexión, con una mirada veraz sobre nosotros, los otros y el entorno que nos rodea, nos ayudará a tomar perspectiva a la hora  de elaborar ese proyecto personal que guíe nuestras acciones.

El gran filósofo Julián Marías, en su artículo “Distinguir de personas”  publicado en el año 2000 en el ABC,  señalaba que “uno de los talentos más estimables y menos estimados es el que permite distinguir de personas, darse cuenta de la calidad, posibilidades, coherencia, profundidad de las personas, o sus deficiencias, riesgos, amenazas (…) el acierto o el error en la vida dependen en altísima proporción de ese talento o su ausencia”. Para ello la veracidad en la mirada del que observa es crucial.

Ese talento, cuya mirada ampliaría a nosotros y el entorno, nos ha de guiar en este próximo curso, ya que sabrá infundirlos la fortaleza y perseverancia a la hora de continuar con nuestros proyectos, o por el contrario, otorgarnos la valentía de saber descartarlos a tiempo.

Miremos la realidad con valentía, desde el corazón y con la razón, aceptemos sus luces y sombras. Seamos veraces en nuestras miradas, para acertar en nuestros proyectos, para conseguir esa parte de la felicidad que podemos alcanzar.