Por Jesús Alcoba González. Director de La Salle International Graduate School of Business

Desde que, según cuenta la leyenda, Sequene se perdió en un viaje a Bimini para encontrar el manantial de donde, decían, brota la eterna juventud, hasta que se inventaron los suplementos energéticos que hoy día se pueden encontrar hasta en las gasolineras, y pasando por siglos de devoción al café, los seres humanos nos hemos pasado la vida buscando fuentes de vitalidad que nos permitan mantenernos activos de manera constante. Porque la energía es sinónimo de fortaleza, de estar conectados al mundo, de ganarle el pulso a la vida.

Por motivos que serían largos de explicar los seres humanos tenemos una curiosa tendencia a organizar los conceptos en polaridades. Algunas manifestaciones de esta forma de explicarnos a nosotros mismos cómo está hecho el mundo tienen que ver con la separación que normalmente hacemos entre la vida profesional y la personal, entre el ocio y el trabajo, o simplemente entre el día y la noche. Y así es que a menudo olvidamos que la noche forma parte del día, que el ocio contribuye a nuestra capacidad de trabajar, o que en la familia y en la empresa somos las mismas personas.

Estas reflexiones son importantes porque una de las preguntas críticas que nos podemos hacer en nuestra vida profesional es de dónde sale la energía, que como es sabido ni se crea ni se destruye, que alimenta nuestros proyectos. Todos sabemos que el trabajo, en particular en los momentos más duros, nos exige sobreesfuerzos a veces importantes en los cuales es necesario rendir muy por encima de lo habitual. Y esa separación que hacemos entre nuestras diferentes vidas a menudo nos focaliza en una de ellas desatendiendo las otras, y comprometiendo con ello a partes iguales nuestro rendimiento y nuestra salud. Es un hecho claro que si necesitamos más empuje para nuestros proyectos tendremos que obtenerlo de alguna parte, pues una entrega constante de energía sin recarga produce el agotamiento de cualquier sistema, como saben bien quienes se dedican al estudio del burnout.

Dice Murakami que una de las cosas que le ayuda en su profesión es su condición física, y que por eso necesita correr, para poder escribir. Si incluso para realizar una actividad esencialmente sedentaria es necesario estar en forma, es fácil de imaginar hasta qué punto es imprescindible el cuidado de nuestro cuerpo para un adecuado rendimiento profesional.

Desatender sistemáticamente los tres pilares del bienestar físico que son el sueño, la alimentación y el deporte solo conduce a agotar nuestros recursos y a incrementar el riesgo de estrés, mal humor y mil síntomas más que pueden hacer nuestra vida desgraciada.

Sin embargo, y pese a que el triángulo básico está formado por esas tres dimensiones, hay una cuarta que permite representar la energía vital como una pirámide de base triangular, y es la realización personal, al genuino estilo de Maslow. Algunas personas se realizan en contacto con sus familias, otras leyendo, algunas más a través de la espiritualidad y hay quien encuentra realización a través del arte. Lo que nos emociona, lo que nos hace vibrar, lo que hace que los ojos nos brillen: eso es lo que nos realiza y lo que por tanto nos recarga.

Así que, como casi siempre ocurre con las leyendas, el manantial que  buscaba Sequene no se parece en nada al que inmortalizó Lucas Cranach el Viejo, y no está fuera sino dentro de nosotros. Además, beber de él no es exactamente gratuito, sino que implica atención diaria para lograr un adecuado balance entre deporte, alimentación, descanso y realización. Y, por supuesto, tampoco proporciona energía ilimitada. Aunque sí la más potente que se conoce.

Originalmente publicado en: www.dirigentesdigital.es