Por Alfredo Rodríguez, director del programa Diplomatic Mission & Business in Spain

Vivir fuera de tu país de origen conlleva muchos problemas y no menos sensaciones de aventura. Se trata de una decisión importante que implica, generalmente, a todos los miembros de la unidad familiar –sean uno o varios­− y, cómo no, a la empresa para la que trabajas porque los cambios de residencia suponen la necesidad de tener un período de adaptación tanto en lo personal como en lo profesional que, si no se minimiza, puede acabar en fracaso del trabajador expatriado, y en frustración de todos los implicados.

La vida fuera de nuestro país es siempre diferente; una nueva cultura, un idioma distinto o con matices diferenciadores, horarios no siempre parecidos, lejanía del resto de la familia y los amigos, costumbres personales que requieren un ajuste y, en función de la profesión que se ejerza, adaptarse a otra forma de hacer negocios, a unas instituciones cuya estructura no es familiar, a unos modelos económico y jurídico nuevos y a un sinfín de pequeños y grandes detalles que el expatriado debe dominar cuanto antes para ser feliz, sentirse cómodo y contribuir con ello al triunfo personal y de su empresa o institución.

Cualquiera que haya vivido en el extranjero durante un tiempo sabe de las dificultades de adaptarse a ese nuevo entorno; buscar información previamente, tratar de entender el nuevo país y llevar “los deberes hechos” al nuevo destino es siempre una actitud aconsejable pero, en la mayoría de los casos, no es suficiente.

Sin embargo, la posibilidad de tener un programa que acompañe, prepare y ayude al expatriado a superar esos problemas iniciales me parece una gran oportunidad que merece tenerse en cuenta por tres motivos.

El primero es la adquisición de conocimientos mediante un programa de aprendizaje sobre el país. El hecho de que un grupo de expertos en cada materia enseñe la realidad del país de destino y su entorno es una aportación que, sin duda, facilitará y agilizará al concurrente el proceso de adaptación al nuevo entorno social, político, económico e institucional.

Además, compartir inquietudes con otros compañeros de aventura, es decir, con otras personas en la misma situación, hará que el expatriado sienta que vive una situación normal: un proceso lógico de adaptación. Ya se sabe, además, que compartir problemas ayuda a minimizarlos y a darles el valor que tienen y no más.

En tercer lugar, tener la posibilidad de que los expertos que les acompañan en este proceso puedan ayudar de forma personal a superar un problema puntual ofrece una seguridad y es sinónimo de garantía de alcanzar el objetivo de inmersión en el menor tiempo posible y con un bajo nivel de riesgo.

Es decir, en suma, la oportunidad de tener un programa de inmersión en otra cultura, en otro país, en otra forma de ver y hacer las cosas, reduce el riesgo de la aventura de vivir desplazado en un país extranjero y facilita la vida personal y profesional, lo que redunda en beneficio de todos los implicados en ese cambio de vida.

Como director del programa Diplomatic Mision & Business in Spain, considero que se trata de una propuesta útil, eficaz y que resuelve un problema, por lo que me siento especialmente contento de liderar, en nombre de La Salle International Graduate School, esta gran iniciativa.