Por Jaime Queralt-Lortzing Beckmann. Miembro del Consejo Asesor La Salle International Graduate School of Business

Es un concepto en el que hago hincapié continuamente, todos deberíamos considerarnos empresarios por cuenta ajena y no simples empleados. El principio en el que se basa es escueto y dice así: ‘si a nuestra empresa le va bien, a nosotros nos irá bien’. Todo ello puede parecer banal, pero, como veremos, no lo es en absoluto.

Así que, ¿en qué se resume esta idea? Es muy sencillo, aunque no es que sea fácil precisamente; se trata de tomar invariablemente las mejores decisiones para mi compañía puesto que la considero como propia. Ojo, no hablo de acertar siempre, lo que resultaría una quimera, sino de señalar una tendencia en la toma de decisiones que vaya permanentemente enfocada a favorecer los intereses de mi empresa, incluso, por encima de los míos personales.

 Y, muy importante, esto no es solamente aplicable a los que ostentamos un cargo en la Dirección. Bien al contrario, sirve para todos y cada uno de los que componen una organización, y en todos sus niveles. La única diferencia está en el ámbito de decisión de cada cual. Desde el que tiene que conformar un equipo ganador hasta el que forma parte de él, todos toman diariamente decisiones, más o menos relevantes, y que, juntas, marcan una tendencia positiva que incide directamente en la cuenta de resultados. No despreciemos, por poner un ejemplo, las consecuencias de las múltiples decisiones que toma regularmente una eficiente secretaria. Si lo hace con mentalidad empresarial, tenderán a beneficiar a la compañía y auténticos problemas se tornarán en soluciones facilitadoras.

 En este sentido, si conseguimos concienciar a todos nuestros equipos de la importancia de desarrollar ese sentimiento de considerarse a uno mismo como un empresario por cuenta ajena; vamos a generar una corriente positiva que se retroalimenta de manera continuada y que va a convertir a un equipo solvente en un triunfador nato, con una energía demoledora, capaz de superarse a sí mismo por momentos.

 En realidad, es el mismo efecto, pero en sentido contrario, que ha desarrollado la crisis económica que estamos viviendo, básicamente porque esta crisis tiene su origen en una crisis de valores. Si perdemos la perspectiva de nuestros principios, iniciamos una tendencia perniciosa en la toma de decisiones, que, multiplicada por millones de pequeñas iniciativas basadas únicamente en “mi propio interés”, desembocan en lo que tenemos hoy entre manos.

Así que esta es la verdadera piedra filosofal de la empresa, esa que todo lo que toca lo convierte en oro, y que hace que, trabajando todos con mentalidad empresarial, en realidad, no exista la crisis o ésta sea menos virulenta. Sobre todo porque habremos decidido que nosotros no vamos a fomentarla. Habremos decidido defender nuestros valores.